Mirar aquellos ojos profundos, insondables, terribles, que presumo logran ver mi alma entera, escudriñar en mis pensamientos, que consiguen desnudar mis anhelos ante ti, que me descubren como en realidad soy. Esos ojos que me fascinan y aniquilan a la vez, representan una buena razón para tenerte presa en mis pensamientos, metida en mis pupilas, dibujada en mi corazón.
Me gustas tanto, amo mirarte, amo el temblor que siento cuando lo hago; verte es todo un espectáculo mujer hermosa, dulce, de gran corazón y mayor carisma. Eres un tesoro al cual un mortal simple y sencillo como el que escribe, difícilmente puede aspirar a tener entre sus brazos, pues estas lejana, como en un pedestal inalcanzable e insondable, toda tu con esa sublime belleza que te rodea por las mañanas y que te ilumina por la tarde.
Tu voz, esa que calma tormentas y suaviza tempestades, que vence los demonios que habitan en mí; esa voz tan rica en proteínas y ansiolíticos que sanan y fortalecen mi espíritu, me alegran la vida entera, me da la paz que necesito.
Apenas te conocía y ya te amaba.
Y tu voz, esa que extraño.