Girando, cambiando de dirección la mirada. Ella lo decidió un domingo mientras veía un programa en la TV, como quien no quiere la cosa. Fue algo que había ido madurando semanas atrás, esperando a que el personaje aquel le diera una señal, o que simplemente sucediera algo inesperado, algo que le señalara el camino, pero nada sucedió, en cambio, la deprimente rutina parecía no tener fin. Pues bien, se levantó del sofá, se dio una ducha, cambió su peinado, se puso los jeans de siempre y se dispuso a cambiar su presente. Por primera vez en meses se sintió bien, salió a caminar y pasear sola, recordando lo agradable que es comerse un helado en el parque acompañada tan sólo por la brisa de primavera; pensó en no insistir con el personaje aquel y dejar de intentar que las cosas sucedan, decidió dejar de mostrarle lo mucho que le interesaba por que él era el eterno indiferente, el eterno ausente, el eterno extraño.
Tiempo después aún la veo pasando frente a mi ventada los domingos de sol, la saludo con una sonrisa, ella corresponde y con su mirada me dice: “lo he conseguido”.
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